Por Tomás de Lara y Giselle Della Mea
Ubuntu, «yo soy porque nosotros somos», es un concepto de la cultura sudafricana que fue bien personificado por Nelson Mandela, estadista moderno que unificó un país en guerra. Entre muchos significados de Ubuntu están: confianza, empatía, generosidad, humanidad, y frases como «si todos ganan, tú ganas» y «el bien común es el bien propio».
Mandela decía que Ubuntu no significa que la gente no debe cuidar de sí mismos, sino ¿cómo cuidamos de nosotros mismos y, al mismo tiempo, permitimos que nuestra comunidad también pueda hacer lo mismo? O sea, no es posible colaborar sin que estemos bien para apoyar el bien del otro.
Desde la mirada de la ciencia, Humberto Maturana, Lynn Margulis, Fritjof Capra y otros pensadores sistémicos, apuntan que la evolución de la vida en la Tierra no se ha dado por la «ley del más fuerte», como aprendemos en la escuela, pero sí por la selección natural de los organismos que más se adaptan a su entorno. En la simbiogénesis, la selección natural premia a los organismos que logran relacionarse a través del mutualismo, donde la existencia de un individuo apoya la existencia del otro. Todo organismo vivo necesita de un nicho ecológico que, a su vez, se relaciona con otros nichos ecológicos de forma interdependiente. En otras palabras, la colaboración es el vector central de mantenimiento y evolución de la vida en la Tierra.
En el jazz, la improvisación es el arte de la colaboración. Los músicos «negocian sus agendas», desde una base profunda de confianza, escucha presente y empática, y de generosidad de un músico con el otro. «Yo soy porque nosotros somos».
El pensamiento y la cultura colaborativa aún son poco practicados en las empresas, universidades, organizaciones y gobiernos. Por el contrario, la cultura del individualismo y de ventaja competitiva es la que nos trajo hasta acá, con todo lo bueno y lo malo. Durante siglos hemos convivido bajo un paradigma reduccionista y degenerativo.
¿Cuáles son los principios de la colaboración extrema?
«Ventaja» significa superioridad, excelencia por encima del otro, y crea contextos desiguales. Los límites planetarios y los tiempos actuales nos invitan a trabajar nuestra creatividad para generar ventajas colaborativas, entonces, ¿cómo podemos superar nuestra propia excelencia al colaborar con el otro, para generar un mejor resultado para todas las partes?
1. Define el “Cómo” e inicia el proceso: El «cómo» trabajamos es tan importante como el «qué». La construcción continua de relaciones basadas en confianza, apoyo mutuo y bienestar de todos es clave. Definir bien los acuerdos iniciales y reglas básicas del grupo. Apertura al cambio, experimentación y adaptación continua.
La simplicidad, o el arte de maximizar la cantidad de trabajo no realizado, debe ser una búsqueda de todos. Experimentar el coliderazgo complementario (dos personas cuyas habilidades se complementan, compartiendo la responsabilidad del liderazgo). Escucha, empatía, percepción, observación, y consecuentes conversaciones profundas son prácticas esenciales para mantener el espíritu asociativo de un cuerpo colectivo saludable.
- Apóyate con herramientas que pongan en evidencia, ordenen y visualicen todas las iteraciones.
- Crea marcos de trabajo que ayuden a transitar, ordenar y priorizar las acciones de la teoría de cambio.
- Si logras facilitar el proceso verás que el proceso facilita a las personas indicadas para cada momento.
2. De la inspiración divergente a la convergencia de una épica común: Sentir que estamos todos en la misma página requiere atravesar un proceso creativo abierto a la diversidad de miradas, donde el aprendizaje colectivo es valorado y la divergencia es parte de la jornada de evolución del equipo.
Luego, se deberá trabajar la convergencia del propósito, construyendo una épica común y acordando que es mejor estar juntos que estar de acuerdo. En un grupo diverso, el consenso es casi imposible, así que hay que trabajar con metodologías de toma de decisión más inclusivas como el consentimiento, pues «la sabiduría del grupo supera las capacidades individuales».
Marcos de referencia como la Sociocracia 3.0 tienen numerosas herramientas, prácticas y tecnologías sociales para apoyar la potencia del trabajo colaborativo.
3. Fortalece al emergente colectivo a partir de lo ancestral: Ancestralidad, experiencia y equilibrio; el futuro emerge desde el pasado. Las comunidades tienen memoria, van generando conocimiento colectivo sobre la base de repeticiones de instancias, procesos espontáneos que generan la base fértil para su evolución y transformación.
Es necesario reconocer y respetar la ancestralidad, antigüedad y experiencia de los que llegaron antes. Aprovechar e integrar conocimientos y aprendizajes anteriores. Y al mismo tiempo, trabajar la pertenencia. Todos los individuos tienen derecho a pertenecer, pero cada uno tiene su importancia y por lo tanto su lugar con respecto a los demás y con respecto a los objetivos del sistema.
El individuo y el colectivo tienen que estar atentos al equilibrio entre dar y recibir de todos para todos. La forma de liderazgo más potente es liderar por el ejemplo y, en el proceso, compartir aprendizajes, buenas prácticas y nuevas herramientas con el gran grupo, para que todos puedan aprender y mejorar.
4. Cuida el campo energético, de la entropía a la sintropía: La colaboración demanda un «campo energético», una fuerza impulsora de tracción y organización generada por uno o más individuos. Cuanto más diverso y distribuido sea el equipo, más potente y resiliente será su tracción y liderazgo.
A mayor diversidad también se incrementa la complejidad. Por tal motivo tenemos que acostumbrarnos a trabajar bien con personas con las que normalmente no estamos de acuerdo. En toda jornada colaborativa hay miedos, ansiedades, confusión y frustraciones. No llevar las tensiones y divergencias hacia el plano personal, y siempre acordarse del propósito común, es lo que sostiene el entramado del colectivo.
En momentos de incertidumbre es cuando más necesitamos adoptar patrones que simplifiquen y nos regresen hacia un estado material concreto. En química aprendemos sobre entropía, que es la tendencia natural de un sistema hacia el desorden (ej: sólido > líquido > gas); en cambio, la sintropía es al revés: es el grado de organización interna de un sistema. Trabajar en la sintropía es generar una energía virtuosa que ordene y habilite la mejor calidad relacional de los individuos en un sistema, potenciando su evolución, madurez y resiliencia, como por ejemplo, de la Agricultura Sintrópica.
5. Promueve la transparencia, equivalencia y autorresponsabilidad: La transparencia tiene que ser total. La información tiene que fluir y estar accesible para todos. Informaciones importantes son constantemente actualizadas al grupo e informaciones históricas, archivadas para referencia.
Cuanto más simetría de información exista, mejor será la equivalencia entre los individuos del grupo, el sentimiento de pertenencia se fortalecerá y se podrá implementar una cultura de autorresponsabilidad. El individuo es responsable de ejecutar bien su tarea y tiene autonomía para gestionar de la mejor manera su tiempo y acción para sumar valor al objetivo común.
6. Abre el código y deja fluir, nadie crea solo: La creación es la acción de dar existencia a una cosa a partir de la nada, pero los seres humanos somos incapaces de partir de la nada. Nos inspiramos en algo que ya existe: en la naturaleza, en un diálogo, en una imagen, leyendo un libro; nos nutrimos de infinitas situaciones, elementos, objetos que estimulan y despiertan el proceso creativo. Es un acto egocéntrico decir “yo creé esto solo”, lo has creado porque algo te antecedió, porque tomaste algún patrón previo que ya existía. Reconocer esto es el principio de la colaboración. Entonces, nada es tuyo, todo es de nosotros.
En la naturaleza no existen las patentes ni el copyright. Para inducir procesos de colaboración extrema se necesitan crear campos de confianza por encima de los desacuerdos. Liberar la energía del control y el ego requiere de una máxima apertura de la fuente, de un gran acto de consciencia de la interdependencia, y de comprender que los procesos cerrados nos han llevado a “agotar la fuente». Los procesos abiertos generan abundancia y multiplicación de sinergias.
Los principios de colaboración extrema logran…
Hoy más que nunca el mundo enfrenta múltiples desafíos de escala global. Si como Humanidad queremos seguir cohabitando la tierra, tenemos que regenerar nuestra relación con la naturaleza y sus ecosistemas, y construir colectivamente una cultura de paz y justicia para todas las sociedades, porque no hay mundo que avance sin planeta, ni humanidad sin dignidad.
La colaboración extrema es la principal estrategia evolutiva de la vida, y estos principios de la colaboración extrema ayudan a adoptar patrones de regeneración del tejido social. Todo comienza por un profundo cambio desde nuestro interior, para dejar emerger esa energía hacia el exterior, como cita Otto Scharmer, del egocentrismo al ecocentrismo. Se trata de dar forma, de estructurar procesos de colaboración y cocreación bajo entornos de máxima adaptabilidad, generosidad, confianza, empatía y apertura y para capturar las ideas más disruptivas, crear comunidades sanas y dar soluciones a los desafíos planetarios. Como en un panal de abejas, se necesitan agentes polinizadores con alta capacidad de escucha, empatía, percepción y conexión profunda con la trama.
Si no actuamos desde una cultura de interdependencia, y colaboramos de manera extrema por un mundo mejor, entonces ¿cuál sería la razón por la que tenemos que seguir siendo sostenidos por el planeta Tierra?