En la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, hubo una niña de 12 años que leyó un discurso de apenas seis minutos de extensión, ante una asamblea de representantes de casi todo el mundo. Era Severn Suzuki, y lo que dijo entonces, hace ya 27 años, ha sido refrendado ahora por otra niña, de 16 años, Greta Thunberg, en la ONU, en Nueva York, hace unos días. Aquí vamos a explicar por qué lo que expresaron en cada ocasión es la pura verdad y por qué hay que atender a sus razones, que son en beneficio de todo el planeta.
«Hola, soy una niña de 12 años, hablando en nombre de ECO, una Organización de niños de 12 y 13 años, a favor del ambiente, que intentamos marcar una diferencia. Perder mi futuro no es como perder unas elecciones o unos puntos en el mercado de valores. Estoy aquí para hablar en nombre de todas las generaciones venideras. Estoy aquí para hablar en defensa de los niños hambrientos del mundo, cuyos llantos son ignorados por todo el mundo. Estoy aquí para hablar por los incontables animales que mueren en este planeta, porque no les queda ningún lugar a donde ir. No podemos soportar no ser oídos», les dijo Severn Suzuki a los representantes en esa oportunidad. ¿No es muy parecido a lo que le hemos oído apenas unas horas atrás a Greta Thunberg, la niña sueca que desde ese mismo momento se vio expuesta a todo tipo de burlas y de críticas en las redes sociales, solo por haber dicho la verdad?
Las dos, Severn y Greta, han coincidido en que son «niñas afortunadas», con casa, comida, estudios, pero que hablan en nombre de todos los que carecen de esa suerte. ¿Es posible no estar de acuerdo con ellas?
Hay que defender el derecho de que estas niñas hablen ante las asambleas del mundo, porque los niños y adolescentes de ahora son los que afrontarán en muy pocos años más las consecuencias directas y terribles de la desaprensión, la codicia y la ignorancia de la mayoría de los adultos; en particular, de las de los dirigentes y empresarios que no quieren darse por enterados de que el famoso Cambio Climático existe y ya está aquí, disfrazado de tsunamis, sequías, hambrunas, especies extinguidas o al borde de la extinción y tantas otras manifestaciones.
Estas niñas y el resto de los otros niños y adolescentes del mundo deben ser defendidos y escuchados por nosotros, los adultos, sin críticas ni burlas, porque no hay lugar para semejante infamia. Deben ser, sí, respetados en sus derechos, porque ellos saben, sí, respetar el derecho del resto de las especies sobre el planeta.