Invitada al piso de NOTICIAS POSITIVAS, la periodista en moda y lifestyle Ana Moya se refirió al poncho, una tipología local que hoy puede verse en las pasarelas del mundo como una prenda sofisticada.
“El uso prehispánico del poncho se detecta desde la Baja California hasta la Patagonia. Su empleo se generalizó entre fines del siglo XVIII y el XIX. Luego se puede asociar a figuras de relieve que identifican a los argentinos, como el general San Martín, el general Güemes, Justo José de Urquiza, hasta artistas, como Los Chalchaleros, Mercedes Sosa y Soledad, o personajes literarios o de leyenda como Santos Vega y el Gauchito Gil”, señala la periodista.
Su versatilidad multipropósito la transformaba en abrigo, impermeable, portabebé o cama. El poncho de los pobres o calamaco, registrado por el artista Molina Campos en sus almanaques para Alpargatas, es cortito a diferencia de los majestuosos como el blanco que usó el presidente Urquiza en señal de paz, o el mismo Alan Faena cuando se presentó ante Philippe Starck para ofrecerle un negocio.
Cuenta también Moya que, en el largo recorrido de esta prenda, los últimos tiempos lo reconocen como una pieza destacada en el desfile de Burberry’s, lucido por Oliva Palermo, Kate Moss, Cara Delavigne o Sarah Jessica Perker.
En su visita a Belén de Catamarca, dentro del marco de la 44ª edición de la Fiesta Nacional del Poncho, Ana Moya conoció a los artesanos belichos que realizan los ponchos considerados más genuinos, y con mayor valor de tradición y artesanía. Allí entrevistó a la ganadora de este año, Francisca Domínguez, de 88 años, que realizó una prenda en telar criollo y cuyos ponchos han sido usados por el grupo folklórico Los Hermanos Avalos.
También visitó a los Baigorria, creadores de la marca Rua Chaky (‘hecho a mano’, en quechua) y quinta generación de artesanos que tiñen las lanas de oveja, llama y vicuña con pigmentos naturales. Forman parte del programa nacional Emprendedores de Nuestra Tierra que les permite compras conjuntas, participar en rondas de negocios en las semanas de la moda locales (como la BAAM) e internacionales.
El teñido del poncho se inició en la época de las guerras gauchas para diferenciar los ejércitos. También la combinación de colores señalaba la procedencia. Entre los secretos del poncho está el teñido. Cada familia tiene los suyos y no revelan las proporciones. “Pero sabemos que para lograr el amarillo se hierven hojas de duraznero, cáscara de cebolla o molle. Con la chilca y sulfato de hierro, logran el verde oscuro. El marrón se logra con té o cáscara de nuez. Y el rojo con cochinilla que crece en la axila de las tunas, que les permite desde el rojo más intenso al rosa más pálido”, explica Moya.
A través de Buenos Aires Alta Moda y los festejos del Bicentenario, Emprendedores de Nuestra Tierra llevó los ponchos a las semanas de la moda en París y Milán, y hoy es furor. Baigorria llevó un poncho con los colores de la bandera argentina y ante el éxito de demanda debió subastarlo.