Diplomático de carrera con 20 años de experiencia en diversos países y especialización en el área Antártida, el ministro Máximo Gowland ha sido nombrado recientemente director general de Asuntos Antárticos del Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina.
NOTICIAS POSITIVAS ha juzgado muy oportuna la ocasión para conocer más sobre la actividad que se desarrolla en el área a cargo del ministro Gowland, y el papel que le cabe a nuestro país en el Tratado Antártico (TA) del cual participa.
N+: ¿Cuál es la historia del Tratado Antártico?
MG: -Es un tema bien interesante. Hoy todo el trabajo en la zona se rige por el Tratado Antártico, que es uno de los ejercicios diplomáticos más exitosos del último siglo. Nació después de la Segunda Guerra Mundial, se quiso evitar así que los Estados Unidos y Rusia incursionaran en la Antártida quizás con material nuclear. A finales de los años cincuenta, se pensó en desarrollar los aspectos científicos y, en 1959, se firmó el TA que permitió resolver la cuestión política en la Antártida.
El TA es muy corto, son 14 artículos que definieron y permitieron resolver cuestiones muy complejas: la cuestión de la soberanía que siete de los doce países firmantes reclaman para sí sobre la Antártida, entre ellos la Argentina, que tiene determinado su Sector Antártico, el que aparece en nuestros mapas. El TA establece que el que quiera reclamar soberanía que lo haga, le reserva también a otros Estados que en un futuro puedan reclamarla y establece que aquellos Estados que no han hecho ningún reclamo no podrán hacerlo a futuro. Es decir, «congela» los reclamos de soberanía, a partir del momento de las firmas.
-Desde 1959, el TA se ha ido actualizando, porque hay nuevos enfoques.
-Lo que resolvió el TA fue la cuestión política. Después empezó la actividad científica; la Argentina ya tenía base desde 1904, fue la primera que hubo allí y la más antigua, ademas de que somos los que más bases tenemos. Pero fueron surgiendo problemas nuevos. Por ejemplo, los recursos: en los años 60 y 70, cuando empieza a ralear la pesca, las flotas pesqueras iban al Sur. A raíz de eso, surgió la Convención de Recursos Marinos Antárticos. Más tarde, empezó el interés por los recursos minerales. A finales de los 80 se negoció y no entró en vigor una convención de los recursos minerales, porque varios países, particularmente Australia y Francia, se dieron cuenta de que si se firmaba esta convención que permitía con determinado régimen la extracción de esos recursos, iba a ser un desastre ambiental. Esa negociación quedó trunca y derivó en el Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente. Hoy, hay tres normas fundamentales: el Tratado Antártico, la Convención sobre Recursos Vivos Marinos Antárticos y el Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente.
El Protocolo rige sobre todo la actividad que se desarrolla en la Antártida con miras a la protección del medio ambiente. Cualquier actividad que un país desarrolle allí hoy necesita de una evaluación de impacto ambiental. No se puede hacer nada sin esa evaluación.
-¿Hay nuevas actividades en el sector?
-Van apareciendo nuevas, es cierto. Ahora está el turismo que pasó a ser una actividad importante. En las reuniones que se hacen todos los años [Máximo Gowland es presidente del Grupo de Turismo en estas reuniones] se ve que el turismo crece cada día más: en cantidad y en variantes. Hay por ejemplo casi 40.000 turistas por año en la Antártida que llegan en veleros y en cruceros cada vez más grandes. Por eso el Protocolo fue un instrumento muy acertado en un momento muy crucial de la evolución que está teniendo la actividad en la Antártida. Hoy, en términos generales, la Antártida tiene un paraguas que la protege de todas las actividades humanas; por ejemplo, la pesca. El Protocolo tiene distintos anexos que prevén evaluaciones de impacto ambiental, de manejo de residuos, de manejo de combustibles, de eventuales daños al medio ambiente. Todo está muy previsto.
-En Internet, ¿hay algún sitio para aquellos interesados en profundizar estos temas?
-Hay una página de la Cancillería, www.dna.gob.ar, de la Dirección Nacional del Antártico, y otra, la de la Secretaría del Tratado Antártico, www.ats.aq, un organismo que tardó muchos años en establecerse. Fue una negociación muy difícil, y finalmente la Argentina pudo lograr que se la designara como sede; desde 2004, tiene un funcionario internacional, designado por todas las partes del Tratado. Hoy el TA tienen 53 países que son parte y 29 de ellos que tienen voz y voto en estas reuniones. Esto muestra el interés que hay en la comunidad internacional por participar.
-¿Cuál sería para el mundo la importancia de mantener esta zona libre de todo impacto ambiental, que sea un tesoro para todos?
-Básicamente es un laboratorio científico inmenso, en el que cada país que tiene presencia desarrolla programas científicos de lo más variados. El Cambio Climático está teniendo unos efectos en la Antártida importantísimos y para nosotros en particular -para la Argentina y para Chile, los países que están más cerca de la Antártida- la preocupación es aún mucho mayor porque cualquier impacto que haya a los primeros que va a afectar es a nosotros.
Ya el deshielo está afectando a la flora y a la fauna, cada vez hay menos hielo, el krill se va corriendo más al Sur, los buques pesqueros también, las colonias de pingüinos empiezan a modificar sus hábitos. Claramente el CC representa un peligro.
Para la Argentina, desde el punto de vista político, significa preservar nuestra presencia y fortalecer nuestro reclamo de soberanía, independientemente de cuál sea el marco que el TA prevea para ese reclamo. Pero nosotros realizamos actividades científicas que nos permitan respaldar nuestro reclamo político en lo que para nosotros es parte de nuestro territorio. Y los resultados de nuestra actividad científica se comparten con todos los países. Este es uno de los puntos más interesantes del TA: toda la actividad científica que desarrolla cualquier país debe compartirse libremente con todos los países que participan del sistema.