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sábado, noviembre 2, 2024
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Optimismo inteligente: sostener el proyecto humano

¿Quién hace qué para cambiar el mundo y qué puedo hacer yo? Quien se haya hecho alguna vez una de estas dos preguntas es un potencial agente de cambio y tiene claro por lo menos dos cuestiones: que las cosas no están bien, y que es necesario y posible reinventar nuestra forma de vida de manera tal de poder sostenerla. De eso se trata la sustentabilidad: ni más ni menos que del equilibrio del hombre con la naturaleza.

Por supuesto que esto no es nuevo: en 1987, el Informe Brundtland lo definió como «la satisfacción de las necesidades actuales, sin el sacrificio de la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades». Lo que sí es nuevo es que el tiempo para actuar es ahora.

Para lograr este objetivo –que en este momento histórico, atravesado por el cambio climático (por nombrar una variable), se relaciona directamente con la calidad de supervivencia del hombre en la Tierra–, el optimismo inteligente es una herramienta fundamental.

¿Quiénes son los optimistas inteligentes? Aquellos que tienen la habilidad de identificar aspectos positivos de la coyuntura sin dejar de ser realistas, sin negar los problemas, reaccionando con propuestas. Se trata de una especie de estado superador al de la queja, que conduce a un camino de acción proactiva.

Optimistas hay… pero ¿se notan?

Carmelo Vázquez, catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense de Madrid y miembro fundador de la International Positive Psychology Association (IPPA), aseguró a N+ que el tejido de la humanidad está compuesto fundamentalmente por gestos positivos, pero que son prácticamente invisibles «tal vez porque estamos más preparados para prevenir lo malo», y que la responsabilidad social y corporativa de los medios debe contemplar la transformación social resaltando lo posible y las actitudes transformadoras.

En el mundo en general, y en la Argentina en particular, eso es lo que ocurre, y la desesperanza, que paraliza, critica e impide el cambio constructivo, es percibida con mayor fuerza que la posibilidad de una construcción positiva. «Pero no menos cierto es que en la comunidad global ya se siente con fuerza la voz de los ciudadanos y de los colectivos que no se instalan en la desesperanza, sobre la cual no tenemos ninguna capacidad de control, y que apuestan al optimismo –dice también Vázquez–. Yo creo que con esta decisión nos estamos jugando el futuro. Los optimistas son los únicos capaces de transformar la realidad».

La teoría del vaso lleno

Hay dos lugares en donde pararse para analizar una situación: el del optimista y el del pesimista. Si se trata del flagelo global de la pobreza y el hambre, por ejemplo, hay voces que aportan palabras esperanzadoras.

Referente internacional en temas de biodiversidad y seguridad alimentaria, con más de una década de trabajo de campo en la recuperación de cultivos autóctonos en extinción de la región andina, la ingeniera jujeña Magda Choque Vilca no habla de disminución de la pobreza sino de la generación de desarrollo «de y desde las personas», y de la imperiosa necesidad de construir una sinergia endógena capaz de crear riqueza.

«Si te parás en el discurso de que vamos a terminar con el hambre en el mundo, estás en un lugar desalentador; en cambio, si pensamos en crear desarrollo a partir de lo micro, nos estamos parando frente a un mundo de posibilidades, de oportunidades para que estos nuevos espacios sean la plataforma del cambio. La reducción de la pobreza como objetivo se puede dar de diferentes formas: con subsidios, con cajas de comida, pero no hace al desarrollo de esos sectores. Prefiero hablar de crear desarrollo y de que una sinergia endógena haga que poco a poco aquellos actores que están con márgenes de pobreza importantes puedan ser protagonistas de su propio desarrollo. Si no, vamos a seguir generando parches», afirma Choque Vilca.

Ser el cambio

Hay una gran devaluación del valor de las pequeñas acciones positivas en el día a día. En la creencia de que «igual no es suficiente», se tiende a no innovar. Sin embargo, los científicos de todo el mundo insisten en lo que decía Mahatma Gandhi y que está inscripto en innumerables grafitis, remeras y publicidades en los cinco continentes: «Sé tú mismo el cambio que quieres ver en el mundo».

El argentino Osvaldo Canziani es uno de los científicos integrantes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), que en 2007 fue galardonado, conjuntamente con el ex vicepresidente norteamericano Al Gore, con el Premio Nobel de la Paz. Físico, meteorólogo y filósofo, con toda una vida dedicada a la investigación del clima, Canziani dijo a N+ que «el esfuerzo del día a día es urgentemente necesario y suficiente en tanto se ahorre energía; por ejemplo, hay que aprender a caminar más y a ahorrar recursos en general. En los residuos urbanos. hay montones de riquezas que se arrojan a la basura diariamente, cuando hay gente que se muere de hambre en la Argentina, porque no se sabe cómo usarlos».

Por su parte, desde Paraguay, la emprendedora social Elsa Zaldívar propuso una solución sostenible para paliar la escasez de vivienda en su país utilizando materiales reciclados compuestos de desechos vegetales y plásticos, idea por la que fue distinguida con el Premio Rolex 2008 a la Iniciativa. Su visión respecto de cómo contribuir a solucionar el grave problema de la falta de vivienda abre otra puerta al mundo de la creatividad y de las oportunidades desde el lugar de los hechos.

«Mi sueño es poder recuperar y mantener este planeta más allá de todos los pronósticos; quiero encontrar formas de soluciones al gran consumo de energía, al gran uso de todos los materiales no renovables, quiero encontrar oportunidades y dignidad para la gente, quiero que las mujeres sean reconocidas en su rol. Quiero mucha armonía y la recuperación total del medioambiente. Y creo que es posible», afirma Zaldívar entusiasta a N+.

Consultor especialista en procesos de cambio y negociación y coautor del libro Nuevos líderes. Conductas que están transformando la realidad, Enrique Fernández Longo asegura que «éste es un momento único porque estamos dejando atrás la Edad Media del capitalismo y entrando en un nuevo Renacimiento, que tenemos que construir. Los más viejos necesitamos juntarnos con los jóvenes, contarles sobre nuestros errores y fracasos, intercambiar ideas con ellos y ayudarlos a construir nuevos paradigmas. Hay una palabra en guaraní, que es arandú, y que podríamos traducirla muy libremente al español como «sabio». Pero también podemos traducirla literalmente como «el hombre que entiende su tiempo». Y eso es lo que necesitamos: personas que entiendan el tiempo que estamos viviendo, que estamos construyendo; ahí tenemos que centrar nuestra actividad».

Cada uno de nosotros puede, desde el lugar que ocupa, ser parte de un cambio; es más, hasta puede llegar a liderarlo. Por más pequeño que nos pueda parecer al principio, será el primer paso en esa nueva dirección, la del tiempo que nos ha tocado vivir.

Andrea Mendez Brandam
Andrea Mendez Brandamhttps://andreamendezbrandam.com/
Periodista y conductora especialista en sustentabilidad y regeneración. Consultora empresarial especializada en Comunicación Estratégica de Impacto Regenerativo.

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