Estos tiempos de redes sociales nos han descubierto, con su invasión de textos y de infinitas e ingobernables viralizaciones, un nuevo placer: leer lo que nos gusta, lejos de rígidos dictámenes de la moda o de la crítica especializada. Y han sido los más jóvenes, los llamados “nativos digitales”, los que han descubierto más pronto que los adultos no solo el placer de leer eligiendo con total libertad, sino también, y quizás más importante, su derecho de comentar y ejercer el espíritu crítico sobre lo leído, que si gustó mucho es ampliamente compartido. No en vano los booktubers son ahora un fenómeno en expansión.
En las sucesivas presentaciones a las que asistió NOTICIAS POSITIVAS, hechas por las editoriales de libros destinados a chicos y adolescentes, hubo esta misma comprobación: qué sencillo parece serle a los más jóvenes disfrutar de la lectura, de qué manera tan espontánea comentan, comparten y sugieren otras posibilidades incluso a los mismos autores, por ejemplo, a través de Facebook.
Quizá sea esta experiencia un caso testigo de cómo las futuras sociedades aprenderán a manejarse de aquí en adelante: dejarse llevar por la curiosidad, primero, para luego juzgar si lo que se eligió es bueno para uno y para compartir con el resto de la comunidad. Es decir, lo que nos ha enriquecido individualmente en primera instancia, inmediatamente alienta el deseo de trasladarlo al resto –familia, amigos, compañeros de trabajo– porque se juzga positivo.
Este lector activo, más activo de lo que les fue permitido ser probablemente a sus padres y sus maestros, que además puede elegir el soporte para su lectura, en papel o digital, será también un ciudadano más activo, y más comprometido y responsable de la comunidad en la que vive y quiere crecer.