
El Evangelio de San Lucas, en el capítulo 15, invita a reflexionar sobre un padre ¨misericordioso¨ que recibe con una fiesta al hijo que malgastó la herencia, pero que tras su fracaso y derroche vuelve arrepentido para ser recibido como pródigo, hecho que deja al hijo mayor en un lugar de queja y de duda, porque no acepta este recibimiento dado que él, que nunca ha fallado en sus deberes, jamás recibió semejante festejo.
Acaso esto ocurra así porque en ese tiempo bíblico la libertad era escasamente un derecho (y me refiero a la libertad íntima e individual de elegir el camino a tomar en la vida), o porque existen tantas versiones e interpretaciones sobre ella y el hijo fiel es el ¨soberbio» y se interpreta que finalmente escondía el deseo de reconocimiento tras su aparente sumisión.
Algunos hijos y algunos padres son tristes protagonistas en la Argentina de hoy. Padres que han malgastado recursos de un país para satisfacer su propia soberbia. Padres que para acaparar lo más posible han involucrado a sus hijos al punto de estar hoy todos en las tapas de los diarios.
¿Cómo es que estos padres nunca hayan ni siquiera sospechado que este escenario fuera posible? ¿Y si lo hicieron y aun así no les importó? ¿Qué les sucedió a estos, que alguna vez fueron jóvenes y hoy son adultos responsables, que creyeron que vivir al margen de la ley y la moral no tendría consecuencias? Estos hijos que no supieron hacer uso de la libertad personal de decir que no a la complicidad frente a madres y padres que los involucraban. De que poco sirven para ellos las bóvedas repletas de billetes grotescamente pesados, contados y trasladados para servir a la codicia de algunos.
Estos hijos del poder por el poder mismo no son ni pródigos ni soberbios, son únicos responsables de sus actos. Siguieron el camino abierto por padres que, acaso creyéndose misericordiosos con los suyos, los invitaron a ser parte de una irresponsable fiesta del derroche que finalmente puede acabar con su libertad.
Ausentes de este relato quedarán aquellos otros hijos que -seguramente los hay también- hayan decidido no dejarse tentar y tomar otros caminos más esforzados, como los del trabajo o los del estudio. Tal vez a algunos les toque ver a sus padres comprometidos, pero ellos serán anónimos constructores de un mundo mejor. Siempre conviene pararse en un lugar tranquilo y recordar que no todos somos iguales.