Varias casas exclusivas de ropa y miembros del jet-set internacional han virado su interés al cuidado del medio ambiente y las actividades solidarias. Pero a veces suena a “marketing”. Una frase muy oída asegura que el lujo es tan autocomplaciente que difícilmente podría ser ético. Y mucho menos solidario.
Oskar Metsavaht apoya la iniciativa y los principios de la Agenda 21. “Brasil se esta convirtiendo por sí mismo en un país sustentable”, sostiene el diseñador, cuyas expediciones a la selva amazónica en busca de nuevos materiales utilizados para un desarrollo sustentable se alternan con su actividad en el estudio de diseño en Milán y la práctica de surf en Rio.
Su marca representa el estilo de vida de mujeres y hombres contemporáneos en un mundo donde conviven ciudad y naturaleza, lo global y lo local, lo orgánico y lo tecnológico. Su percepción de integración de naturaleza, cultura y sociedad, le ha valido ser identificado como un Future Maker (“constructor de futuro” en español), por la Fundación Vida Silvestre del Reino Unido.
A21 utiliza materiales como lana, terciopelo de seda, cuero, gamuza, piel sintética, neoprene, organza de seda, polar, tejido de seda y las e-fabrics de cuero de salmón y pirarucu, el mayor pez de agua dulce que habita el río Amazonas. Los colores se lograron con pigmentos ecológicamente inocuos y las estampas simbolizan premisas del preámbulo de la Declaración RIO + 20, como la lucha contra la pobreza para defender el derecho del hombre a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.
La colección tiene como protagonista a una nueva generación que fusiona a los ravers de los años 90 y los E-brigaders o “brigadas por la Tierra”. Los primeros expresaban su preocupación por el medio ambiente a través de fiestas al aire libre vinculada a la música electrónica; los segundos son jóvenes que se guían por la Carta de la Tierra, practican la A21, quieren ampliar el Protocolo de Kyoto y el Convenio sobre la Biodiversidad.
«Un delirio en la selva”, resume Metsavaht, quien también es embajador de la Unesco y preside el Instituto E, organización no gubernamental que defiende el bosque latifoliado, vegetación original de la ciudad de Río de Janeiro, y para la que el diseñador destina numerosos fondos.