Que Buenos Aires fue declarada Ciudad del Diseño por la Unesco es un dato ya conocido. A esa denominación se podría agregarle ahora la palabra «sustentable», porque tanto en la Ciudad Autónoma como en la provincia han comenzado a surgir iniciativas que demuestran el trabajo de los diseñadores en pos de un planeta mejor cuidado.
Tal es el caso del Festival Sustentable 09, que se realizó entre el 12 y el 15 de noviembre, en el Jardín Botánico porteño, con entrada libre y gratuita. Allí se desarrollaron exposiciones, workshops, charlas a cargo de reconocidos profesianales y exhibición de audiovisuales.
«Estamos observando que hay un cambio de paradigma con respecto al diseño, y lo queremos mostrar», afirma Rodrigo Valdivieso, uno de los directores de Diseño Sustentable, entidad organizadora del festival.
De la cita participaron este año más de 70 diseñadores de todo el país. Algunos son muy conocidos, como Tramando o la firma de indumentaria Juana de Arco. «Cada vez se consume más el diseño sustentable porque la gente está siendo más consciente. Esto repercute en los costos y tarde o temprano se igualará el precio de los objetos que son sustentables y los que no lo son. Hoy una remera de algodón orgánico es sólo un 10 por ciento más costosa. Pensar en sustentabilidad ya no es utópico», asegura el diseñador.
Entre otras piezas cotidianas que se pudieron encontrar en el festival, hubo muebles de cartón, mobiliario urbano de plástico reciclado y cáscara de arroz, estufas a biomasa, hornos solares, luminarias que funcionan con energía cinética y de bajo consumo, y prendas de algodón orgánico, de pulpa de madera o de otros materiales biodegradables.
Sabiduría natural
Por su parte, en San Isidro, la propuesta educadora Sabe la Tierra realizó cuatro jornadas de encuentro entre productores y consumidores, con talleres, workshops y charlas.
«La particularidad y fortaleza de Sabe la Tierra es que nuclea varias iniciativas diferentes en un espacio planificado, con una organización cuidada pero flexible, para dar cabida a emprendimientos con distintas formas de acción pero un mismo objetivo: producir respetando la naturaleza, el ambiente y las personas. Es una celebración de la diversidad», describe su creadora Angie Ferrazzini.
«La forma en que compramos o vendemos tiene relación directa con el modo en que concebimos y sentimos el mundo que habitamos. La mayoría de las veces, los lugares donde compramos no tienen relación con el origen de lo que adquirimos. Así, nos alejamos de los productores, desconocemos los procesos, las personas, su cultura y sus problemas. Eso contribuye al sentimiento de que somos dos bandos enfrentados. Somos más conscientes de nuestros derechos como consumidores que de nuestros deberes o responsabilidades. Una de esas responsabilidades es dejar de contribuir a la desigualdad con nuestros actos de consumo cotidiano», reflexiona Ferrazzini.
Con estas iniciativas, la sociedad tiene cada vez más oportunidad de tomar contacto con el consumo responsable y de poner en marcha el cambio a partir de cada decisión personal y cotidiana. Ya hay un área del sector productivo que ha comenzado a desarrollar este nuevo paradigma.