Mi hija me invitó a ver una obra de teatro en francés en la sede de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, de la calle 25 de Mayo al 200. Hacía más de 30 años que no pisaba el lugar. En esa época, frecuentaba las bibliotecas de los diferentes institutos de Historia. La recordaba imponente pero sombría y decadente. Me costó reconocerla: sigue siendo señorial, pero ahora es luminosa y da impresión de “working in process”. Allí funciona hoy el Laboratorio de Idiomas de la Facultad, y la obra de teatro trata sobre el cocinero Jean Anthelme Brillat-Savarin. Es una de las actividades organizadas por el Centro Cultural Paco Urondo y el Departamento Francés del Laboratorio de Idiomas.
Por primera vez entré a un lugar secreto –para mí– del edificio. Una especie de nave de una iglesia, con techos abovedados y columnas. El público estaba compuesto en su enorme mayoría por alumnos de francés, algunas profesoras y los colados como yo. Y entonces comenzó la magia.
Gustavo Farías es un actor francoargentino que escribió la obra Brillat-Savarin nos visita desde la galaxia de la gastronomía y el savoir faire (en francés), una adaptación de La fisiología del gusto, el libro del abogado, químico y cocinero creador del molde “savarín” -sí, el del agujero en el medio-, en la que también incorpora un relato de su apasionante biografía.
Jean Anthelme Brillat-Savarin (1755-1825) fue diputado por los Estados Generales durante la Revolución Francesa y entusiasta defensor de la guillotina. Pero como les ocurrió a muchos, terminó por huir de ella. Vivió en Suiza, Holanda y hasta en los Estados Unidos, Pero volvió a Francia y allí, entre otras cosas, se dedicó a escribir libros teóricos sobre la gastronomía. Farías lo trae a la actualidad en medio de un viaje en el tiempo. Sabe que su público entiende el idioma, pero quiere saber hasta dónde y por eso establece juegos. Quien adivine cuántas papilas gustativas tenemos en la lengua se gana una botella de vino. Dos espectadores son invitados a subir al escenario para participar de una escena muy divertida a la vez que didáctica, sobre cómo presentar un plato de caza. Y también invita al público a cantar con él una versión gastronómica y desopilante de La Marsellesa.
La experiencia es encantadora y recomendable. Tanto para los que aprendieron francés y quieren probar cuánto recuerdan como para los que aman la gastronomía y conocen su vocabulario. Y muy pronto también será un placer para todos ya que está en proceso su representación en español.