Ayer en Copenhague representantes de culturas indígenas de diferentes partes del mundo marcharon por los pasillos para alertar que las negociaciones sobre la conservación de bosques no están representando adecuadamente las necesidades del planeta.
Resulta curioso reconocer la modalidad de protesta, tan utilizada en latinoamérica, y es casi imposible no identificarse con las ropas de las comunidades autóctonas andinas fácilmente detectables por sus ropas de colores.
Por si aún faltaba una prueba de que estamos unidos como especia humana más allá de las divisiones políticas y geográfias, quenas y zampoñas de los Andes hacen sonar en una helada Dinamarca el pedido desesperado de la Pachamama, el llanto de la Tierra que pide ser respetada.