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“Se buscan abuelas tejedoras”, decía un cartel ubicado en la vidriera de la tienda Granny’s Finest de Rotterdam, Holanda. Cuando las búsquedas laborales apuntan cada vez más a la juventud y una persona a los 40 años ya empieza a tener dificultades para encontrar empleo, en ese local de la ciudad holandesa la búsqueda laboral estaba destinada a mujeres de 55 años en adelante. La razón es que se buscaban mujeres que todavía conservaran las técnicas de tejido tradicionales, por supuesto, aunque no fueran abuelas. Son esos conocimientos los que hoy están siendo revalorizados por grandes sectores de la sociedad y de la economía.
Esta tendencia está enmarcada dentro de un concepto denominado slow fashion, ya que al incorporar lo artesanal a la moda se logra una producción «más lentamente». En el caso de Rotterdam se pedían abuelas porque la artesanía en el tejido es una especialidad que ha quedado circunscripta a las personas mayores. En este sentido, distinguir y enseñar cómo se hace un punto es un conocimiento complejo, que es necesario aprender y que muchas veces sólo lo poseen los miembros de más edad en una familia o en una comunidad.
Esta revalorizacion de los conocimientos tradicionales que tenían las mujeres busca a su vez rescatar ese afecto que se pone al hacer manualmente una prenda, que se traspasa al que la adquiere y la elige justamente por ese afecto depositado. NOTICIAS POSITIVAS entrevistó recientemente a los jóvenes diseñadoras de De las Bolivianas, que recuperan esos saberes tradicionales pero para sus prendas actuales.
Este tipo de experiencias además busca integrar a los adultos mayores, ya que puede funcionar como una buena terapia contra la soledad.