El niño de pocas palabras, de Silvia Arazi con ilustraciones de Agustina Morón, es una nouvelle sobre el destino, la iniciación a la vida y el hecho fundamental de encontrar al maestro correcto, porque, cuando se es diferente y no se encuentran las palabras para expresar lo que se siente, la sensación de no «encajar» en el mundo normal se acentúa en la escuela, ese primer ámbito de socialización.
Editado por Planeta Lector, este libro está viajando ahora mismo a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia (del 26/3 al 29/3), la más importante del mundo en su tema, para ser presentado allí. Una característica más de este texto: es una elección personal de su editora, Adriana Fernández, que, basculando entre los pedidos de la currícula docente y sus recuerdos íntimos, editó esta preciosa segunda incursión de Silvia Arazi en la literatura para chicos (la primera es el libro de poemas La familia Cubierto, ya comentado aquí).
El texto está dedicado: «Para los diferentes. Y para todos aquellos que no encuentran sus palabras». Cómo encontrar las palabras que mejor nos expresen es un largo camino, el que este niño Juan, el niño de pocas palabras, va a recorrer de la mano de un amigo inesperado, un extranjero, «un hombre raro», Marko, que vive en una casa arriba de un árbol, habla con acento y toca una mandolina que se llama saz. Marko va a ser ese maestro de música -Arazi, que también es cantante, escribió precisamente una novela para adultos, La maestra de canto, que acaba de reeditarse- que Juan necesita para aprender a expresarse de otra manera, su manera, y encontrar así su destino.
Podemos decir que esta es una novela/nouvelle de iniciación, que lateralmente trata un tema muy actual, el bullying, pero que va esencialmente a lo profundo de la vida de cualquiera de nosotros: cómo vamos a ser y estar en este mundo y cómo queremos ser y estar. También es una lección sobre los ciclos de la Vida: se es alumno de alguien al principio y se puede ser maestro de otro más adelante, como una forma de retribuir lo recibido, una continuación natural.
Una razón más para recomendar la lectura de El niño de pocas palabras: en medio de un aluvión de traducciones de textos para chicos y adolescentes escritos en otros idiomas (algunas muy buenas y otras que revelan un manejo bastante torpe de la lengua), recuperar el español de los argentinos en la pluma de Silvia Arazi es un canto para los oídos del hablante, sea chico o adulto. Su lenguaje es sencillo -el libro está recomendado a partir de los 10 años-, pero está delicadamente trabajado como un poema y pleno de imágenes. Como descubre Juan maravillado, «todo es música».
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