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jueves, septiembre 12, 2024
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«No es hora de volver a la naturaleza, sino de ir hacia la naturaleza»

Durante la última década, habiendo hablado para y con miles de personas de distintos ámbitos, he llegado a la conclusión de que nuestra cultura está atrapada en un trance distópico. Creo que debemos tener el coraje de ser idealistas nuevamente.

En 2013, un grupo de estudiantes de medio ambiente en una universidad estadounidense me invitaron a tomar un café. Durante nuestra charla, una joven me dijo: «Tengo 20 años y toda mi vida me han dicho que es demasiado tarde». Los otros estudiantes asintieron. Ya había escuchado eso antes y me di cuenta de que ella tenía razón. Durante años, nuestra cultura ha lidiado con dos adicciones: el petróleo y la desesperación. Hoy ya está claro que no podemos patear uno de esos hábitos sin patear el otro. Sin embargo, para muchas personas, tal vez la mayoría de nosotros, pensar en el futuro evoca imágenes sombrías de Mad Max o The Road de Cormac McCarthy: una distopía posapocalíptica despojada de la naturaleza.

Richard Louv
Richard Louv.
Foto: Eric B. Dynowski

Los estadounidenses no cayeron en este trance de la noche a la mañana. Este emergió tras varias décadas de crecimiento, alimentado por el entretenimiento y los medios de comunicación que se beneficiaron de un prejuicio negativo de las noticias y del miedo al «otro». En Estados Unidos, el miedo de las personas a un peligro extraño -desde terroristas a secuestradores- se ha disparado junto con el ciclo de noticias de 24 horas.

Martin Luther King Jr. nos enseño que cualquier movimiento fracasará si es incapaz de pintar un cuadro de un mundo al que la gente querría ir. Nuestro problema cultural no es la presencia de imágenes distópicas o de historias posapocalípticas, sino que el problema radica en la ausencia de imágenes de un futuro bueno, decente y hermoso.

Crecí en Missouri y Kansas, y pasé muchas horas en el bosque al borde de nuestra urbanización con mi perro. Construí cabañas, cavé fortalezas subterráneas y coleccioné serpientes y tortugas. Mis chicos no tuvieron el tipo de libertad que yo tuve cuando era niño, pero mi esposa y yo conscientemente nos aseguramos de que tuvieran naturaleza en sus vidas, y a menudo los llevabamos a pescar, de hiking, y a acampar.

No es tiempo de volver a la naturaleza, sino de ir hacia la naturaleza. Cuanto más tecnológicas se vuelven nuestras vidas, más naturaleza necesitamos. No estoy en contra de la tecnología en la educación, o en nuestras vidas, pero creo que necesitamos un equilibrio. El tiempo pasado en el mundo natural, tanto en la cercana naturaleza urbana o en la naturaleza salvaje, proporciona eso.

El máximo desafío multitasking es lograr vivir simultáneamente en el mundo digital y en el físico: usando computadoras para maximizar nuestro procesamiento de información intelectual, y entornos naturales para encender todos nuestros sentidos y acelerar nuestra capacidad de aprender y sentir. De esta manera, combinaríamos los «poderes primitivos» de nuestros antepasados ​​con la velocidad digital de nuestros adolescentes. Hoy en día, las personas que trabajan y aprenden en un entorno digital dominante invierten una enorme energía bloqueando muchos de los sentidos humanos -incluidos los que ni siquiera conocemos- para centrarse en la pantalla frente a nuestros ojos. Esa es la definición misma de estar menos vivo. ¿Qué padre quiere que su hijo esté menos vivo? ¿Quién de nosotros quiere estar menos vivo?

Nuestro problema cultural no es la presencia de historias posapocalípticas, sino la virtual ausencia de imágenes de un futuro bueno, decente, y hermoso.

He descubierto que las personas inteligentes religiosas o espirituales, de todos los ámbitos, intuitivamente entienden que toda la vida espiritual comienza con una sensación de asombro. Para los niños, la naturaleza es una de las primeras ventanas hacia el asombro. Y para muchos niños, esa ventana está en peligro de cerrarse. El espíritu humano es inseparable del mundo natural. Como escribió el ecoteólogo Thomas Berry: «Un hábitat degradado producirá seres humanos degradados».

Sin embargo, estamos observando algunos cambios. En Estados Unidos se ve progreso en las legislaturas estatales, en escuelas, en ciertos negocios, en organizaciones cívicas y en agencias gubernamentales. Están proliferando los clubes de naturaleza familiares. Se ven campañas regionales que están fomentando que gente de distintos ámbitos políticos, religiosos y económicos se acerquen y conecten con la naturaleza. Me inspiran los grupos de jóvenes entusiastas que he conocido recientemente y sigo esperanzado de que el verdadero cambio cultural está en camino.

El Congreso Mundial de la Naturaleza (IUCN) ha aprobado una resolución titulada «El derecho del niño a conectarse con la naturaleza y a un medio ambiente saludable». Esta conexión es, de hecho, un derecho humano. Y el reconocimiento de eso es progreso.

Fuente: Positive.news
Richard Louv es estadounidense, cofundador y presidente emérito de la  Children & Nature NetworkSu más reciente libro se llama Vitamina N: Guía esencial hacia una vida rica en la Naturaleza. Actualmente trabaja en su décimo libro, acerca de la relación entre los humanos y otros animales
Traducción de Tomás Horton. 

Tomas Horton
Tomas Hortonhttps://noticiaspositivas.org
Estudiante avanzado de Derecho (UBA); ayudante de la Cátedra Del Castillo-Ferrante de Derecho Internacional Público; productor general y periodista de Noticias Positivas además de profesor de ski.

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