Son mujeres amas de casa y campesinas que, gracias a la fuerza que da la unión, se han convertido también en puntales de sus comunidades,y en referentes culturales de un pasado en recuperación y un futuro que se presenta más amigable
La historia cuenta que, en 2001, en Blanca Pozo, Santiago del Estero, comenzó a funcionar de la mano de la asociación civil Adobe una Escuela de Telar para que las técnicas de hilado a mano, de tintes naturales y de tejiido en telar no se perdieran con el paso de las generaciones. Así, las mujeres más ancianas de la localidad se erigieron como maestras y pronto estas hilanderas se autodenominaron Huarmi Sachamanta (voz quichua que significa «mujer del monte»).
Con este nombre funcionan desde 2004 con la alianza de las hilanderas y un banco de materia prima. Luego, dos años después, concretaron una red de comercialización bajo las normas del comercio justo. Con esta red formada y en desarrollo, fue posible la ampliación del proyecto que empezó a incluir criadores de ovejas, teleras, hilanderas y agricultores para la recuperación de plantas tintóreas en extinción. Todo esto fue muy productivo, pues la zona se encontraba castigada por el desempleo, la deforestación y un nivel de vida de apenas subsistencia.
«Para que el tejido le crezca lindo siempre ha de colocar el telar mirando por donde sale el sol», asegura una de las maestras del taller. Y es que esta labor está directamente ligada a los ciclos de la tierra y sus frutos. Si hasta el control de calidad está a cargo de una comisión de artesanas que son quienes dirigen la organización. Alfombras, tapices, mantas, chales y piezas de tela realizados por las Sachamanta se exhiben y comercializan en el Spazio Sumampa Galería Textil. 612-b.jpg Este showroom funciona como intermediario entre las artesanas y el gran público que valora estos textiles hechos a mano, que encierran la sabiduría ancestral de esta región y sus habitantes.
Siguiendo las reglas del comercio justo, el modelo de intercambio que utilizan las Huarmis Sachamanta minimiza los eslabones y asegura que cada uno de los componentes de la cadena sea parte de un proyecto social y no entes económicos separados. Así, estas mujeres han logrado unir en su tarea cotidiana valores familiares, económicos y femeninos.