Es la primera vez en la historia de la humanidad que el hombre asiste con plena conciencia al resultado del rating minuto a minuto de sus propios actos.
Deforestación, derroche de agua, contaminación, corrupción o egoísmo nos devuelven cambio climático, hambrunas, sequías, vulnerabilidad social, soledad, miedo.
Los resultados no fueron buenos y es por eso que asistimos desde hace por lo menos cuatro décadas a una nutrida agenda de encuentros internacionales, de movimientos sociales basados en la movilización ciudadana, que buscan soluciones y propuestas.
Por suerte, la naturaleza está hablando hace tiempo y, es justo decir, no le han faltado interlocutores humanos. Según la organización Wiser Earth, impulsada por Paul Hawken, son más de un millón las organizaciones que en el planeta están trabajando en este sentido. Esto involucra a millones de personas de diversas áreas , y se conoce como “el movimiento más grande de la historia que ha crecido <<por debajo de los radares de los medios>>” y esto justamente les permitió desarrollarse e innovar, dice Hawken.
Está claro: hay una base ciudadana capaz de llevar a la humanidad hacia un cambio positivo; basta con abrirse a la innovación para abrir la puerta a un mar de posibilidades. El concepto mismo de sustentabilidad (que será la nave insignia de la Cumbre Río+20) ya encuentra su continuidad en las nuevas economías que plantean la regeneración, la equidad, la transparencia, los negocios sociales. El desembarco en la Argentina de empresas regeneradoras de vida arrima una pista de lo que está por venir.
Herbert Girardet, cofundador del World Future Council, advierte que la sustentabiidad como concepto ya es insuficiente y pertenece a los ochenta. “Hay que empezar a pensar qué podemos hacer no para sostener el planeta, sino para regenerarlo.»
Y el proceso parece haber comenzado: la frontera entre las organizaciones sociales y los negocios afortunadamente se torna cada vez más difusa frente a la necesidad de adaptarse a la coyuntura de la escasez de recursos (naturales y de los otros).
Grandes, medianas y pequeñas empresas se muestran deseosas de cambiar sus estrategias comerciales, porque saben que de otra manera no van a poder seguir haciendo negocios. Las acciones de responsabilidad social empresaria comienzan a fluir desde el corazón del negocio mismo. Proteger y restaurar son conceptos que se manejan como necesarios.
“Bueno, no lo hacen por responsables, sino para seguir ganando dinero”, dicen algunas voces. Puede ser, pero una buena noticia es que hay de todo y no son pocas las empresas que nacen con una nueva mentalidad según la cual el lucro por sí mismo no va más. Otra buena noticia, por ejemplo, es que empieza a ser habitual replantear las metodologías de gestión: ya no da lo mismo hacer las cosas de cualquier manera. El éxito y crecimiento del Premio AmCham a la Ciudadanía Empresaria hacen que en su 14º edición incluya la categoría Iniciativas Sustentables, que suma a la de Gestión Empresaria Orientada a la Sustentabilidad.
Otro ejemplo de búsqueda de nuevos horizontes en las “formas” es La Unión Global para la Sustentabilidad, que se propone como un espacio global que permita avanzar en la sustentabilidad invitando a una nueva lógica en el “cómo”, que transparente los procesos e incluya informes de progreso, estimule las buenas prácticas más allá de lo que digan las leyes, fomente el compromiso ciudadano y reivindique el peso moral que se debe tener frente al otro.
Esta es la primera vez en la historia de la humanidad que la hiperconexión viene de la mano con la posibilidad de generar cambios con rapidez. Informarse, apoyar campañas, opinar y hasta participar en forma virtual, son solo algunas de las acciones que hoy se pueden realizar hasta desde un teléfono celular y significan ejercer la ciudadanía. El uso de la tecnología como herramienta es también una oportunidad para ser parte de cambio que queremos ver.