
«Somos la única generación / que llegó demasiado tarde / para mudarse de continente / pero demasiado temprano / para mudarse de planeta.» Tamara Grosso
Leo esta frase y pienso: ¿Cuántas generaciones más vivirán? Desde que mi tatarabuelo Vicente llegó a América en 1855 pasaron cuatro generaciones y tan solo 165 años. En 1855 había 1,2 mil millones de personas en todo el mundo. Todo era crecimiento, oportunidad y desarrollo.
Pero ¿llegarán mis tataranietos a ver un mundo sostenible? Se estima que para 2185 (165 años a futuro) la población será entre 11 y 22 mil millones de personas. Imaginemos con estas cifras cómo será el consumo de agua potable (proyectada su escasez para 2050), la producción de alimentos, residuos, energía y la contaminación.
Y para peor, pertenezco a una generación (tengo 30 años) que cree que va a cambiar todo, que encontrará soluciones a cada uno de los problemas, pero no estamos dispuestos a cambiarnos a nosotros mismos, lo cual me suena que no es algo tan nuevo.
Estas generaciones
Nuestra época es revolucionaria como nunca vio la historia de la humanidad. Después de siglos de crecimiento económico y desarrollo científico, deberíamos haber alcanzado una vida más tranquila y calma. La ciencia y la tecnología contribuyeron al desarrollo global de la humanidad y a nuestro bienestar material, y nos ayudaron a entender mejor el mundo en el que vivimos.
Si Vicente supiera las herramientas y recursos que tengo en mis manos, habría supuesto que tendría que estar disfrutando una vida tranquila, libre de toda preocupación. Pero la realidad es muy distinta.
Nadie puede negar los beneficios materiales de la vida moderna, pero seguimos experimentando sufrimiento, miedo y tensión, tal vez ahora más que nunca.
Los problemas elementales humanos persisten. No conseguimos traer la paz al mundo ni reducir el sufrimiento general. Y para colmo estamos destruyendo nuestra casa.
Llegamos tarde a la fiesta, ya se terminó y lo único que queda por hacer es lavar los platos sucios.
Nuestra gran tarea es trabajarnos a nosotros mismos y trabajar desde el todo. Desde lo holístico. Se acabaron las soluciones mágicas, los Elon Musk, la inteligencia artificial que soluciona todos mis problemas, etc. Tenemos que integrar naturaleza y humanidad como el único futuro posible. El mundo se está haciendo más chico, hasta el punto de que todas las partes del planeta son, claramente, partes de nosotros. Tenemos que integrarnos. Somos imperfectos pero perfectibles. Entender la sencillez, la sobriedad, la empatía y el esfuerzo como valores centrales va a ser crucial para un futuro viable.
Quizá lavando los platos encontremos amor, amistad y vivamos aventuras. Y nos demos cuenta de que, al fin y al cabo, estar juntos y tener tiempo para vivir era lo que más necesitábamos para nuestra supervivencia. El mejor momento para hacer esto era hace unos años, el segundo mejor momento es ahora.
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El autor es ingenierio industrial del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA); desarrolló su carrera como datascientist y luego como emprendedor de impacto, liderando proyectos como Bioguía, Bioferia y Tienda Sustentable