«¿Cómo va la vida?», así solían comenzar sus e-mails o mensajes. Siempre anteponía la necesidad del otro a la suya. Expresaba cariño de todas las formas posibles, con su mirada calma, su sonrisa permanente, ese hablar tan particular siempre dispuesto para los demás. Por esas cosas de las comunicaciones y de los tiempos, la verdad, es que me acabo de enterar de la partida de un querido amigo.
Siento profunda pena por esta pérdida. Este hombre acompañó durante más de una década mi crecimiento personal y profesional con indescriptible generosidad, al igual que el de cientos de corazones que tocó, listo en todo momento para compartir historias de hielos y mares. Conversamos sobre sueños y la visión de que se puede vivir en un mundo mejor: él lo construyó en su Puerto Deseado querido, junto a su familia que era lo que más amaba, y que se llama Fundación conociendo Nuestra Casa.
«No se puede amar lo que no se conoce», pregonaba de todas las maneras posibles contagiando a miles de jóvenes el deseo de conocer el lugar en donde viven. «Hay que saber lo más posible sobre la historia de los lugares, así, sólo así, podremos quererlos y cuidarlos».
La semana pasada recibí un cariñoso mensaje de su parte por mi cumpleaños. «Gracias, gente linda» le respondí, sin saber que era también una despedida.
Hoy que lo sé, le agregaría unas palabras: «Hasta que nos volvamos a encontrar, Marcos querido».