El mundo enfrenta hoy una crisis de residuos. Cada día se genera una cantidad cada vez más creciente, bajo el esquema de la economía lineal de extracción, fabricación, consumo y descarte. Según un informe del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Ambiente) e ISWA (International Solid Waste Association), cada año se generan entre 7000 y 10.000 millones de toneladas de residuos urbanos a nivel mundial, por lo cual una correcta gestión representa un desafío importante para todos los gobiernos. [1]
Algunos países europeos suelen considerarse un ejemplo. Especialmente a Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia, Bélgica y Alemania se los reconoce por haber alcanzado altos niveles de reciclado de residuos secos (algunos casos alcanzan 40%), tratamiento de residuos orgánicos a escala y generación de energía -que afirman es limpia- para calefaccionar hogares y generar electricidad a través de la incineración de residuos o lo que se denomina “waste to energy”/ “valorización energética”.
Sin embargo, es necesario hacer algunas aclaraciones en relación con la incineración, ya que tiene grandes cuestionamientos como la emisión de sustancias perjudiciales para la salud, la baja eficiencia energética, el impacto en el cambio climático y los altos costos. Y, también, que puede convertirse en un obstáculo a los avances en la minimización en la generación y reciclado. Así lo establece la normativa europea en la jerarquía en la gestión de los RSU, esto es, la prevención, reutilización, reciclado, recuperación (valorización energética) y disposición final. De hecho, en el paquete sobre economía circular aprobado por la UE en diciembre de 2015 se aclara que la incineración con recuperación de energía debe ser guiada por los principios de la jerarquía de residuos de la UE y que no debe ponerse en peligro el logro de mayores porcentajes de reutilización y reciclado.
Se reconoce asimismo que una tasa alta de incineración puede dar lugar a menores niveles de minimización y reciclado. Esto es así porque las plantas de incineración necesitan siempre un nivel estable o creciente de residuos para seguir aportando calefacción o electricidad, especialmente de residuos secos por su mayor poder calorífico. Estos residuos podrían reciclarse o aprovecharse de forma más eficiente desde el punto de vista energético, teniendo en cuenta el ciclo de vida de los materiales.
Los países nórdicos han alcanzado sobrecapacidad de plantas de incineración y falta de basura para quemar, por lo que han tenido que decretar la moratoria de instalación nuevas plantas, o importar residuos de otros países para mantener las existentes en funcionamiento. Un dato a considerar como ejemplo es que no ha bajado la generación de RSU en esos países tal como exige la normativa. Por ejemplo, en 1995 Bélgica generó 521 kilos de residuos per capita y 789 en 2015; Suecia en los mismos años generó 386 y 447 y Alemania 623 y 625. [2]
En síntesis, la incineración con recuperación energética en los hechos representa la continuidad de una economía lineal, contraria a la economía circular, que busca el ciclo continuo de desarrollo positivo para conservar y mejorar el capital natural. Por estos motivos, es necesario mirar las buenas prácticas de reciclado y tratamiento de orgánicos de esos países y no en la incineración, para avanzar en una buena gestión en nuestro país.
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[1] https://www.iswa.org/fileadmin/galleries/Publications/ISWA_Reports/GWMO_summary_web.pdf
[2] http://ec.europa.eu/eurostat/statistics-explained/index.php/File:Municipal_waste_generated_by_country_in_selected_years_(kg_per_capita),1995-2015-T1.png