miércoles 07 de June de 2023

«La historieta va a la escuela», o por qué los cómics enseñan al mismo tiempo que entretienen

¿De qué trata este género difícil de definir pero tan disfrutable? Las docentes Libertad Margolles, Perla Calvet y Silvina Marsimian lo estudian en profundidad, para difundirlo mejor en las aulas

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"La historieta va a la escuela", de Lugar Edditorial, rescata el valor de trabajar cpn los cómics

¿Quién no leyó historietas cuando era chico? ¿Quién no sigue leyéndolas ahora, que es adulto, con el mismo entusiasmo y disfrute? Género marginado hasta no hace mucho –junto con la literatura infantil y juvenil, y la novela policial, también en su momento soslayados por ser lecturas «no serias»–, la historieta o cómic goza hoy no solo de un merecido prestigio, sino también de un baño «de juventud», gracias a lo que llamamos novela gráfica, es decir, un cómic en forma de libro, la mayoría de las veces con tapas duras, y respaldado por los grandes sellos editoriales, lo que le ha permitido a las historietas crecer en ediciones, alcanzar a veces las listas de best-sellers y, muy importante, hasta obtener reseñas críticas en los suplementos culturales y publicaciones especializadas.

La historieta va a la escuela, de Lugar Editorial: trabajar con cómics en el aula, la biblioteca y el hogarLa historieta va a la escuela. Trabajar con cómics en el aula, la biblioteca y el hogar, el libro de las docentes Libertad Margolles, Perla Calvet y Silvina Marsimian que Lugar Editorial presentó en abril, en la última Feria del Libro de Buenos Aires, se encarga de analizar otro aspecto de este género tan singular y rico en tradición, que abarca a muchos países y culturas diversas: su utilidad a la hora de trabajar en el aula con la imaginación y la creatividad de los alumnos de todas las edades, por lo que no puede estar ausente de ninguna manera del ámbito educativo.

El recorrido histórico por el mundo de la historieta, a cargo de Margolles, se inicia en los Estados Unidos, con el personaje The Yellow Kid (niño amarillo) publicado en la prensa gráfica por el magnate Joseph Pulitzer en 1896, en el suplemento dominical del diario Word, cuyo autor fue Richard F. Outcault. Más adelante, están los capítulos dedicados a la historieta en Europa, en Japón y en la Argentina. Las denominaciones también van a cambiar de acuerdo con los países y las geografías: «por ejemplo, tebeo en España, monitos en México, comic en los Estados Unidos, bande desinée (tiras dibujadas) en Francia», o manga en Japón, siempre que sea impresa en papel, que cambia a animé cuando la misma historieta es trasladada y emitida por la televisión o el cine.

El capítulo 4 (págs. 51 a 106) está enteramente dedicado a la historieta en la Argentina, con una tradición muy rica y variada que se remonta al siglo XIX con los dibujos humorísticos de, por ejemplo, El Mosquito, y llega hasta estos días, con el Museo del Humor recientemente inaugurado y librerías de culto, como La Revistería Comics, en la ciudad de Buenos Aires.

La historieta va a la escuela, de Lugar Editorial: trabajar con cómics en el aula, la biblioteca y el hogar

Vidriera de la librería La Revistería Comics, sobre la avenida Santa Fe de la ciudad de Buenos Aires

El estudio de la historieta para que sea utilizada como elemento en el aula exige a las autoras preguntarse qué es este género al que se acercan  sin haberlo conocido antes en profundidad. Hay muchas definiciones en el libro, pero una muy hermosa es la del historietista argentino Fernando Calvi, que vale la pena citar aquí:

«No es novela dibujada, no es literatura, no es ilustración, no es un género literario; es palabra más dibujos, es narración, palabras y dibujos que van formando un mismo discurso, un solo río narrativo»

Libertad Margolles va desentrañando el género junto con ejemplos ilustrativos de hasta dónde se puede llegar en el trabajo cuando «la escuela le abre la puerta a la historieta» (Capítulo 6) para así dar paso a las experiencias de las docentes Perla Calvet (en el nivel inicial y la escuela primaria) y Silvina Marsimian (historieta, adolescencia y escuela, y las guías «mágicas» académicas, que incluían a Matías o a Mafalda).

Hay también un apartado dedicado por Margolles a las «Experiencias de la otra orilla», es decir, el Uruguay, y un capítulo final («¿Y qué leemos?») con listas de títulos y autores de historietas nacionales y extranjeras, lecturas valiosas para compartir con los hijos y con los alumnos. Este excelente trabajo, tan exhaustivo, se completa por fin con una muy bienvenida Bibliografía General.

De manera que La historieta va a la escuela cumple con el pedido del poeta latino Horacio: une lo útil a lo agradable, y nos abre un mundo de posibilidades creativas, tanto a los docentes a quienes va especialmente dirigido el libro, como a los lectores interesados en saber y aprender a disfrutar más de este género tan difícil de definir pero tan atractivo para leer y coleccionar.

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