Gürkan Genç es todo un personaje. Un día decidió vender todas sus pertenencias, dejar los emprendimientos gastronómicos que tenía en su país, Turquía, y viajar en bicicleta con destino a Japón. Tardó un año en llegar y, cuando se le acabó el dinero, decidió seguir viajando, con destino incierto. Cuando llegó al estudio de Radio Palermo para la entrevista con NOTICIAS POSITIVAS, ya había recorrido más de 60.000 km, y adelantó sus planes de llegar hasta Alaska también pedaleando.
La historia de Gürkan Genç es interesante no solo por el hecho de que recorre el mundo en bicicleta, sino también porque destina gran parte del dinero que recauda (con sponsors, vendiendo fotografías o dando charlas motivacionales a los países que visita) a becas educacionales y deportivas para niños y niñas de su país.
AMB: -¿Cómo lográs mantener el ritmo después de tanto tiempo en la ruta? ¿Cómo fueron tus viajes en la Argentina?
GG: -Durante cinco años nunca volví a mi país. No veo a mi familia ni a mis amigos, pero ahora en la ruta tengo muchos amigos y familia.
Llegué a Buenos Aires hace diez meses, y comencé mi viaje desde aquí, atravesando Córdoba y Mendoza, hasta llegar a Santiago de Chile. Desde allí bajé hasta Ushuaia en zigzag a través de la Cordillera de los Andes. Tenía tiempo y nadie me estaba esperando en ningún destino, por lo que aproveché para ver todos los lugares hermosos que hay en Chile y en la Argentina.
-Dijiste «tenía tiempo». Hoy el tiempo es algo muy preciado. ¿Te considerás una persona «rica» por el tiempo de que disponés?
-Todos nosotros tenemos el mismo tiempo. Algún día moriremos. Creo que debemos invertir ese tiempo muy cuidadosamente. Yo me di cuenta de que tenía la chance de vivir «la ruta» antes de morir, por lo que comencé el viaje y ya hace cinco años que sigo viajando.
-Hablás del tiempo y de tener tiempo como si fuera algo fácil. ¿Qué es lo que activó esas ganas tuyas de viajar, de invertir tu tiempo en la ruta?
-De hecho, estoy pedaleando en la ruta ahora, pero yo no soy un ciclista. Antes de 2010, tuve un restaurante italiano en Turquía, tuve un bar, tuve una empresa de catering, y vendí todos mis emprendimientos ese año. Entre 2010 y 2011, hice mi primer viaje desde Turquía hasta Japón. En ese viaje gasté todo el dinero que tenía y me enamoré de la ruta. Me di cuenta de que quería ver otras partes del mundo.
Entonces, organicé un World Tour, pero necesitaba dinero para poder viajar, por lo que decidí abrir un blog en el que iba escribiendo mis aventuras, escribiendo historias. Es historia actual, que quedará grabada para las generaciones futuras. Si tienes un trabajo universal, puedes ganar dinero en el camino. Por ejemplo, si eres ingeniero, puedes conseguir trabajo en donde sea, porque los motores son iguales en todo el mundo. Lo mismo si eres cocinero o artista. El uso que yo le doy a las redes sociales es también un trabajo universal. Tengo cuentas en Instagram y Twitter, y mi página web, en la que vendo espacios publicitarios a las empresas. Al sacar fotos y escribir crónicas, mi página web se transforma en una revista. Mi cuenta de Instagram se ha transformado también en una herramienta de venta: la gente ve mis fotos, y me pide las originales. Pagan por ellas.
Sin embargo, entiendo que en la ruta yo no necesito todo ese dinero que gano. Entonces, dono el dinero que me sobra a chicos, como si fueran becas.
-¿Qué sentís cuando te encontrás en estos paisajes increíbles, solo con tu bicicleta?
-Para mí, los desiertos son lugares magníficos, porque allí no hay nada, no hay seres vivos. Uno ve a su alrededor y son 360 grados de nada. Normalmente, los seres humanos recibimos información un 50 por ciento auditivamente y un 50 % visualmente. Pero en el desierto no hay sonido y no hay acción alrededor. Siento distintas cosas cuando estoy en un desierto y siempre termino pensando «wow, es la primera vez en mi vida en la que estoy realmente solo».
Luego de esta entrevista, Gürkan Genç tuvo una charla con Tomás Horton, para hablar de una ruta muy especial para los argentinos y que él transitó en su paso por la Patagonia: la Ruta 40.
TH: -Más allá del lugar en sí mismo, rodeado de hermosos paisajes, ¿qué te pareció la famosa Ruta 40?
-La ruta es muy famosa y conocida en todo el mundo. Lo primero que me llamó la atención cuando llegué fueron los camiones. Hay muchos camiones en la ruta y no hay carriles de emergencia. Fue la peor ruta que transité en mi vida de viajero, porque había muchos camiones y yo no podía moverme hacia el costado, y tampoco había una ruta alternativa. No podía creerlo.
Cuando uno dice que va a ir a Sudamérica, la gente siempre menciona a la Argentina. Ustedes tienen la Patagonia, tienen el tango, vinos buenos, la Argentina es un país fuerte. Por eso me sorprendió la peligrosidad de la ruta. Además, esta ruta es muy famosa entre ciclistas, entre viajeros, todos quieren terminar esa ruta.
Creo que el gobierno argentino debería renovarla, porque eso afectaría el turismo. Los ciclistas por lo general no transitan la ruta 40 por su peligrosidad, y en cambio se van a Chile para continuar su viaje hacia el sur. En Chile tienen carriles de emergencia, que aportan mayor seguridad para los ciclistas.
-¿Qué te parecieron los lugares cercanos a la Ruta 40 que visitaste?
-Hermosos. El Calafate, El Chaltén, Bariloche son todos lugares hermosos. No puedes ver lugares así en otros lugares del mundo. Además, la gente siempre fue maravillosa. Eso sí, los lugares son perfectos, pero también son algo costosos. Especialmente durante el invierno, que pareciera ser todo más costoso.
-¿Se podría decir que a pesar de las «cosas malas», el viaje fue lindo?
-Totalmente. Muchas «cosas malas» suceden en la ruta, pero cuando veo este tipo de lugares únicos me lleno de felicidad. Mi idea es viajar dos o tres meses más por la Argentina, viajando hacia el norte para luego atravesar América con destino final en Alaska.
Algo que me gustaría destacar y que me gustó mucho de su país fueron los bomberos. Ellos son voluntarios, ¡y me han ayudado mucho!. En muchos lugares les pregunté si me podían alojar por una noche y siempre me ayudaron, siempre me dieron un lugar en su destacamento, incluso comida y wifi. Me alojé en más de 20 destacamentos de bomberos en la Argentina. Fue realmente increíble. Incluso sin poder comunicarnos, porque ellos muchas veces no hablaban inglés, me ayudaban. Cuando viajé desde Buenos Aires a Mendoza, solamente me alojé con los bomberos. Incluso en las ciudades grandes. Son gente maravillosa y muy generosa.