Acaba de publicarse Escuelas de calidad. La educación activa (Parábola Editorial, 180 págs.), un interesante libro del arquitecto y especialista en arquitectura educacional Jacobo Schneider, también creador del Foro Internacional de Arquitectura Educativa.
Aunque parezca increíble, la arquitectura educativa no está en primer lugar entre los intereses arquitectónicos habituales. Sin embargo –señala en el prólogo el profesor y ex ministro de Educación de la Nación Antonio Salonia–, existe una íntima relación entre las cuestiones pedagógicas y los espacios donde ocurren los vínculos alumno-docente y las experiencias de aprendizaje.
La “escuela activa” o “la escuela que queremos realizar”, como define Schneider, debería ser la meta por alcanzar: escuelas “sin paredes” o escuelas de espacios abiertos, con circulación, muy distintas de las escuelas “pasivas” o tradicionales, donde el alumno está sentado y se limita a presenciar la clase que da el profesor, parado frente al pizarrón.
A partir de esta concepción de la escuela activa, en donde el alumno es el protagonista del sistema y el docente, su guía y conductor, los espacios arquitectónicos deben responder a cinco conceptos básicos: trabajo, libertad, flexibilidad, participación y pertenencia.
Escuelas de calidad consta de dos partes: en la primera, se resumen las experiencias personales y profesionales del arquitecto Schneider en las escuelas que le tocó conocer; en la segunda, los distintos tipos de escuelas que se acercan al ideal de escuela activa. Hay además una serie de notas complementarias, que comprenden los trabajos presentados en distintos seminarios sobre estos temas y artículos publicados en el diario argentino La Nación, del cual Schneider es colaborador frecuente.
Recientemente, el arquitecto inglés Richard Rogers, creador del Centro Pompidou, decía en una entrevista que “el hombre construye la ciudad, y la ciudad forma al hombre”. Por eso, como tan oportunamente nos advierte Schneider, es tan importante que cuando se decide construir una escuela participe toda la comunidad educativa en el proyecto: los arquitectos, las autoridades, los maestros y los profesores, los padres y también los alumnos, para que nazca entre todos ese sentimiento de pertenencia, que es la mejor forma de luchar contra el vandalismo actual.
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