La literatura infantil es, muchas veces, maestra de vida. Leyendo, los chicos conocen lo que no podrían aprender en los ámbitos que frecuentan: la familia y la escuela. ¿Las razones? Son muchas y de distinta índole. Pero para cubrir esos vacíos están la literatura y ciertas elecciones editoriales, como las que ha hecho la editorial Incluso, del escritor uruguayo Gastón Rosa.
Zapatos cambiados, sobre dos hermanitos que revolucionan la historia de todo un pueblo, y La niña que no veían, acerca de cómo comprender que hay otras realidades como la de Martina, son dos bellos cuentos infantiles –ilustrados por Andrés Amodio y Fabricio Berti, respectivamente– escritos por Gastón Rosa a partir de la idea de ponerse en los zapatos del otro –el pequeño Germán tiene síndrome de Down– o de aceptar que, respetando las diferencias de los demás –Martina ha nacido como Martín–, aceptamos también las propias.


En Zapatos cambiados, al final, se explica que Germán «estaba muy orgulloso, porque de tanto ponerse y sacarse sus zapatillas aprendió a atarse los cordones sin necesitar ayuda». Y el pueblo es ahora «mucho más unido y divertido», nos dice Gastón Rosa, y hasta propone un juego para después de haber leído el cuento: reunir a un grupo de amigos, ir a algún lugar apropiado e intercambiar zapatos al azar, de manera de tenerlos de distintos tamaños, alturas y formas. No importa si alguno es muy grande o muy pequeño, lo que importa es que cada pie entre en contacto con un zapato que no es el suyo y uno pueda imaginarse cómo es estar en los zapatos de otro chico.
La niña que no veían se presentó hace unos meses en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba), con la asistencia de Rosa, autor y director de Editorial Incluso, e invitados especiales, entre los que se contaron el periodista y conductor de No se puede vivir del amor, Franco Torchia, y Marlene Wayar, autora de Travesti/Una teoría lo suficientemente buena.


¿Cómo hacer para que Martina y otros chicos y chicas como Martina, sean aceptados en su decisión de ser diferentes de como los perciben los demás? La familia es, coincidieron todos los participantes, el primer ámbito en el que hablar y ser comprendido y contenido; el segundo es, naturalmente, la escuela. En la familia, Martina tiene una mediadora que está de su lado: su abuela; en la escuela, después de muchas conversaciones «misteriosas» entre padres y autoridades, también llega la aceptación: «En la puerta estaba el director, que siempre tenía esa cara de dolor de muela, pero asombrosamente estaba sonriendo. Quizá sí era un dolor de muela y su dentista se la arregló. Por primera vez la llamó por su nombre: -Hola, Martina, se te ve muy contenta hoy».


La inclusión y el respeto por la diversidad deben valer para todos los miembros de una sociedad porque, como se dice en la contratapa de La niña que no veían, de Gastón Rosa para su Editorial Incluso, «lo mismo que te hace diferente te hace insuperable». Somos todos diferentes y lo único que nos iguala es poder tener las mismas oportunidades de crecer, estudiar, amar y ser amados, formar una familia (si es nuestro deseo) y ser aceptados por cómo somos, sin sufrir discriminaciones y sin miedos.
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