El 26 de agosto se cumplieron 100 años del nacimiento de Julio Cortázar. También, el 28 del mismo mes se cumplieron 10 años del fallecimiento de otro destacado escritor argentino, Isidoro Blaisten. Por ello, NOTICIAS POSITIVAS compartió fragmentos de un texto que Blaisten escribió para recordar a Cortázar, de su libro Cuando éramos felices, editado en 1992.
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“Mas con la lengua muerta y fría en la boca
Pienso mover la voz a ti debida”
Garcilaso, Égloga III
Vestido de guerrillero cubano hablando en los congresos no molestaba. Antes lo habían criticado por irse, por quedarse, por extrañar. Dejó un tendal de imitadores y roedores que lo copiaron hasta la sustitución. Pero la perfección letal de sus cuentos, la premonición desesperada de su prosa, no eran para merodeadores.
Hubo una época en que todo el mundo quería ser uno de sus personajes. En la época en que apareció Rayuela no había muchacha de ojos verdes que estudiase Letras y que deambulase por los cafés y tuviese cierto aire abstraído, distante o estólido, que no se llamase La Maga. Todas eran La Maga y había no pocas mujeres de boina o de poncho que se enojaban si uno ignoraba que él se había inspirado en ellas.
En Paraná y Corrientes, en la antigua Comedia, una tarde le pregunté a una mujer no tan joven cuál era su apellido, me miró con desprecio. “Yo soy La Maga”.
No hubo librería recién fundada, kiosco a la calle o local interno de galería dedicado a la venta de maderitas pirograbadas o artículos artesanales en cobre que no se llamase Rocamadour.
Hubo infinitas ediciones Cronopios. Nunca encontré Ediciones Fama. Creo que únicamente él hubiera sido capaz de describir todo lo que se escribió y dijo después de su muerte. Quien no tenía un recuerdo, una anécdota o un papelito con su firma era un miserable. Todo el mundo lo tuteaba o escribía un artículo titulado «Amábamos tanto a Julio» o «Chau, Julio».
En fin, creo que se habría divertido muchísimo si hubiera podido ver la cara de algunos a quienes nunca había visto en su vida cuando decían: “Con Julio solíamos tomar ginebra hasta el amanecer”.
Creo que nos enseñó la noción del fuego. Nos enseñó que un escritor es alguien que tiene una deuda con su propia voz. Aprendimos que un escritor es un perseguidor.