jueves 17 de octubre de 2019
Poesía y ciencias, una relación antigua en busca de la precisión del lenguaje
"Colgados del Lenguaje. Poesía en las ciencias", libro de Osvaldo Picardo publicado por Baltasara Editora, se presentó en el Centro Cultural de la Cooperación, en la ciudad de Buenos Aires

En sus comienzos, la Feria del Libro de Buenos Aires tenía un lema: «Del autor al lector», que describía sintéticamente el círculo literario: autor, obra, editor, imprenta, distribuidora, librerías, críticas y lectores. Pero en la Argentina, el circuito literario de un libro nunca está completo si no ha sido debidamente presentado. Eso fue lo que ocurrió con Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias, de Osvaldo Picardo, publicado por Baltasara Editora y que se presentó hace unas semanas en el Centro Cultural de la Cooperación, de la ciudad de Buenos Aires.
Destacamos que se presentó en Buenos Aires, porque el autor es marplatense y la editorial, de Rosario. Si a esto se agrega que, en el panel, los dos presentadores (ambos poetas y académicos de la Academia Argentina de Letras), Rafael Felipe Oteriño y Santiago Sylvester, han nacido uno en La Plata y el otro en Salta, se estaba ante una mesa realmente federal. Y también vale señalar que esta presentación fue la última de una serie que Colgados del lenguaje había protagonizado en otras ciudades argentinas y ante otros públicos.

Osvaldo Picardo tiene una larga trayectoria como docente, ensayista, traductor y crítico, y como poeta. Como poeta interesado en esa aparentemente antagónica y vieja relación entre poesía y ciencias es que escribió la obra que publicó Baltasara Editora en su colección Ensayo, luego de –reveló el mismo Picardo– una serie de rechazos por parte de otras editoriales. Afortunadamente para Colgados del lenguaje, Liliana Ruiz, además de exquisita editora, es ingeniera civil, ha trabajado en su profesión –carreteras y urbanismo– y supo entender perfectamente el desafío del tema y los contenidos del libro, que tan bien resume la cita que le da título. Cita que el poeta chileno Gonzalo Rojas recordó cuando recibió el Premio Cervantes, el día de la lengua, el 23 de abril de 2003: «No procede la alabanza de esta fecha, sino de la confirmación de que vivimos colgados del lenguaje, como dijo Niels Bohr, y ese lenguaje es el que respiramos y vivimos a cada instante, lo mismo en la península que en las cumbres andinas o en la vastedad oceánica, o en las grandes ciudades, de los trópicos a los hielos».
Para Oteriño, además de la profusa bibliografía que legitima las citas, hay que destacar por un lado «la raíz metafísica del libro, la pulsión del hombre por el conocimiento», y, por otro lado, «la pulsión humana por hacer arte, porque la ciencia no basta y necesita de la metáfora para decir lo indecible, lo que araña lo desconocido». Para Sylvester, el libro empieza con preguntas, porque hay preguntas previas y muy antiguas sobre la poesía y su relación con las ciencias. Desde Lucrecio y su De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) hasta Flaubert, la búsqueda de precisión es la que las hermana.
Esa búsqueda de precisión da como resultado poemas que se ocupan del lenguaje científico, y obras científicas que recurren a la metáfora para explicarse mejor. Y de esta búsqueda incesante da debida cuenta Colgados del lenguaje. Poesía en las ciencias, que posee, también, una singular condición, como señaló Liliana Ruiz: la de tener un enorme éxito entre los lectores más jóvenes, de entre 15 y 25 años, allí donde sea que se presente.