Se llaman bioplásticos a aquellos plásticos que son biodegradables, y que esencialmente derivan de recursos renovables, como el almidón y la celulosa de las plantas. En Buenos Aires, la doctora Silvia Goyanes y su equipo del Laboratorio de Polímeros y Materiales Compuestos de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (UBA) obtuvieron el premio Ubatec a la innovación e investigación aplicada que otorgan la UBA, la Unión Industrial Argentina (UIA), el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y la Confederación General de la Industria (CGI).
Con el dinero obtenido podrán adquirir maquinaria nueva para su laboratorio y de esa forma comenzar a producir polímeros biodegradables para utilizar como envases a mayor escala.
El equipo de investigadores se conforma por físicos, químicos, ingenieros en alimentos y biotecnólogos. Trabajan conjuntamente en la producción de un film –la película plástica que recubre los alimentos- a base de almidón de mandioca y lo mejoran con diferentes aditivos mediante una novedosa técnica: la extrusión.
“La idea es transferir al sector industrial un protocolo para que puedan fabricar envases a partir de recursos renovables y completamente biodegradables. Propusimos desarrollar un plástico a base de almidón, pero supliendo las deficiencias mecánicas que tiene el material, como la permeación al oxígeno y al vapor de agua”, señala Silvia Goyanes
Bioplásticos hechos de raíces
La fécula de mandioca, también conocida como yuca, tiene ventajas considerables en comparación con otras, como las hechas de papa o maíz. Por un lado, posee mejores oportunidades alimenticias, ya que resulta apta para celíacos, y por otro, estimula la manufactura de un cultivo que, en la Argentina, se produce más de lo que se consume.
El almidón se desintegra con facilidad una vez desechado. Esta biodegradabilidad es muy positiva en términos ecológicos, pero se convierte en un desafío a la hora de utilizar el almidón como materia prima de materiales para envases que sean competitivos con los plásticos actuales. Por eso, los científicos buscan hacer un plástico más resistente para su manipulación y que de todas formas pueda descomponerse en menos de tres meses.
Fuente: www.df.uba.ar