¿Qué hace de la astronomía una de las más antiguas de las disciplinas? ¿Siempre fue una ciencia como la conocemos hoy? ¿Desde cuándo podemos pensar en que las personas observaron el cielo, los astros y los identificaron, los registraron?
Todas estas preguntas y muchas más serán las que, el jueves 1º de julio, a las 19.30 horas de la Argentina, formulará el astrónomo Horacio Tignanelli, a través del Facebook de la Tecnoteca, el Centro de Innovación Tecnológica y Procesos Productivos, de Villa María, provincia de Córdoba, que el pasado 13 de junio cumplió 10 años de existencia.
Horacio Tignanelli es astrónomo (graduado en la Universidad Nacional de La Plata) y artista (titiritero y dramaturgo, dirige la «Compañía Ad Hoc»). Como astrónomo se ha especializado en la educación y popularización de las ciencias y de la astronomía en particular, para todos los niveles educativos. Como artista, trabaja especialmente el género de teatro científico para niños y jóvenes; integra también el equipo de la Liga Iberoamericana de la Astronomía.
Entre otros libros publicados por Tignanelli, varios son sobre su especialidad –por ejemplo, QUESUN: primer diccionario de astronomía para chicos, Astronomía en Liliput, Astronomía en la Escuela y Objetivo: Universo– y sobre otras disciplinas, más un par de libros con obras de títeres –El tiritero de la paloma y Tanimbú–, otras obras en diferentes antologías del género, y las Cartas de astronomía, una colección de textos en braille, sobre astronomía, destinada a las 110 escuelas primarias para chicos no videntes que hay en la Argentina.
En la actualidad, dice Horacio Tignanelli, «se cuenta con suficientes fuentes y estudios que permiten trazar el derrotero de la astronomía. En él, aparecen acontecimientos singulares, auténticos hitos que sirven como testimonio sorprendente de esta disciplina celeste, construida lentamente durante milenios. Todos esos hitos son sucesos maravillosos que edifican una parte relevante de la historicidad de la mente humana y que hoy, sin duda, todos nosotros acarreamos inconscientemente –como legado invisible– cada vez que miramos el cielo».