Ana María Bovo siempre sorprende a sus seguidores. Con su natural modo dulce y seductor, es capaz de narrar en voz alta las historias más diversas, más bellas o más tristes, algunas escritas por prestigiosos autores, y otras, por ella misma, como esta de la que vamos a hablar aquí.
La presentación en la sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, hace algunas semanas, de La mujer del tiempo, su última novela, editada por Emecé, tuvo, como suele decirse entre la gente de teatro, un lleno total, con la asistencia de sus editoras, sus presentadores, los periodistas invitados y la mayoría de los alumnos que asisten a sus magníficos cursos de narración oral. Porque Ana María Bovo es fundamentalmente, además de escritora y directora de teatro y docente, una de las grandes narradoras orales que ha dado la Argentina, país pródigo en esta especialidad tan ancestral.
Frente a ese público absolutamente entusiasta –muchos asistentes habían leído ya La mujer del tiempo y llevaban su ejemplar para firmar–, Juano Villanueva, director artístico del CCC, dijo las palabras de apertura del acto e introdujo a Canela, Julieta Díaz y la autora, que estuvieron a cargo de la presentación.
Canela, que comparte con Ana María Bovo el hecho de haber vivido en una localidad como San Francisco, Córdoba, se refirió justamente a esas sociedades de provincia, asfixiadas y asfixiantes, y cómo Bovo había logrado no solo darles una voz propia, sino escribir ella con su propia voz: «Antes, cuando te leía, Ana María, me parecía oír tu voz de narradora oral. Aquí, en La mujer del tiempo, está ya para mí la voz de una escritora completa».
A continuación, en un delicioso entrecruzamiento de lecturas, Bovo y Julieta Díaz fueron desarrollando el argumento central de la novela, que si bien está ambientada en los años cuarenta y cincuenta en la Argentina, posee una actualidad estremecedora. La historia de Elena Valverde y Valerio Piano, que nace en un baile en el pueblo santafecino de Santa Helena, tiene todos los componentes clásicos de un romance de provincias, salvo por un detalle fundamental: Elena, recién casada, y a pesar del deseo que siente por su marido, no puede entregarse a él. Algo en su pasado le impide consumar el amor.
Alrededor de estos dos personajes centrales, y dándole el marco perfecto a la historia de amor, Ana María Bovo creó también una serie de personajes inolvidables, que se corporizaron perfectamente en la interpretación que Bovo y Díaz fueron haciendo con gracia y sincronía. Igualmente inolvidable es la vuelta de tuerca con que la escritora cierra su novela. Con delicadeza, ferocidad y humor –ese humor que ha sido siempre un sello característico de su trabajo como artista múltiple–, Bovo encuentra el tono justo para este nuevo libro.
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